APARTADO DE JUEGOS TRADICIONALES

Tengo una idea para la cual necesito un poco de ayuda. Quiero crear en el blog un apartado de juegos tradicionales, más inclinado a juegos de exterior ya que hemos entrado en la primavera y podemos aprovechar un poco más la luz del día. Si se os ocurre algún juego, me podéis enviar un correo a mi e.mail explicando un poco cómo funciona el juego y yo lo publicaré en este blog; mi cuenta de correo es: mluzsolis@gmail.com. Gracias a todos.

viernes, 13 de febrero de 2009

LOS TRES BARCOS DE ORO

Eran tres marinos que tenían un barco cada uno de ellos. Iban surcando los mares del Océano Pacífico, uno detrás del otro, ayudándose cuando hacía falta. Cuando uno no tenía nada para comer, el de delante le pasaba alguna cosa, si venía un barco pirata que los quería atacar, se ponían uno al lado del otro y formaban una barrera, así el barco pirata se asustaba y se iba rápido a otra parte.

Habían salido del pueblo donde vivían, para cumplir una misión: encontrar un tesoro que estaba escondido en una isla desierta en medio del Océano Pacífico. No sabían exactamente donde estaba pero tenían un mapa que les explicaba más o menos la situación del tesoro.

También sabían que la isla estaba habitada por un gran dinosaurio que cuidaba el tesoro, por eso tenían un plan muy bien pensado para entretener al dinosaurio cuando llegaran.

Uno de los marineros llevaba una pala y una cuerda larga, muuuuy larga. Otro de los marineros llevaba un kilo de manzanas y un mechero para encender fuego, y el otro marinero llevaba un tambor para hacer mucho ruido y una tela metálica muy grande.

Después de un largo viaje, llegaron a la isla que marcaba el mapa. Tenía una gran montaña en medio, y muchas palmeras. Había un montón de pájaros de colores grandes pero los marineros no sabían cómo se llamaban.

Eran casi las 5 de la tarde y empezaron a pensar cómo llevarían a cabo su plan: uno se puso a cavar un gran hoyo, pero tenía que ser muy muy grande, como una casa de alto más o menos. Los demás le ayudaron cortando ramas de los árboles. Y así cuando estuvo terminado cogieron la cuerda y la ataron a un árbol. Después pusieron por encima las ramas de los árboles y la tela metálica que llevaban. Así le prepararon una trampa al dinosaurio, pero como ya era muy tarde cuando acabaron se fueron a dormir.

Al día siguiente, el marinero que llevaba las manzanas, encendió una hoguera y empezó a asarlas y así el dinosaurio las olería e iría hacia donde ellos querían. El otro marinero sacó el tambor y empezó a tocarlo muy fuerte, pom porrom pompon, Justo al lado del gran agujero que habían hecho en el suelo.

De pronto, el dinosaurio apareció entre las palmeras de la isla un poco enfadado por el ruido que hacía el tambor pero a su vez muy atraído por el olor que dejaban las manzanas. En menos que canta un gallo, el dinosaurio, que no había visto el agujero tapado por las ramas, se cayó dentro y empezó a gritar muy fuerte intentando salir, pero no podía porque el agujero estaba muy hondo.

Los tres marineros se apresuraron a mirar el mapa del tesoro y corrieron hasta una cueva que había en la gran montaña. Subieron y cuando llegaron entraron y vieron una gran cruz en el suelo pintada con tiza blanca.

Aquí es, -dijeron, vamos a excavar en el suelo donde nos indica la señal. De pronto tocaron algo muy duro, era un cofre. Y cuando lo abrieron, ooooooooooohhh!!!!

Había de todo, collares, pendientes, copas de oro, grandes brillantes, monedas de oro, era increíble lo que brillaba todo, hacía una luz espectacular que se veía por toda la isla. Estaban muy contentos pero de pronto vieron algo que parecía una carta. Estaba cerrada. La abrieron y uno de ellos empezó a leer: Hola amigos, soy el príncipe de la isla y os ruego que dejéis este tesoro donde está. Pertenece a mi amada princesa que está aquí enterrada, el dinosaurio está cuidándolo y tiene la orden de no dejar que nadie se lo lleve, pero si habéis llegado hasta aquí, por favor dejad el tesoro conforme está. Es lo único que pude regalarle a mi querida princesa y me gustaría que se quedara junto a ella para siempre. Os doy las gracias de todo corazón.

Los tres marineros se quedaron totalmente sorprendidos y pensativos. No puede ser, -dijo uno de ellos. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí, - dijo otro. El tercero de los marineros, después de un largo silencio dijo: - yo creo que hay que respetar la decisión del príncipe ya que, al fin y al cabo era suyo este tesoro y nos pide que por favor no lo toquemos. Los tres empezaron a discutir, uno decía que se lo llevaran, el otro que no sabía qué hacer, el tercero que lo dejaran allí.

En fin, al final decidieron que no tocarían el tesoro y que se irían a su casa. Pero primero debían de enterrar el tesoro y soltar al dinosaurio. Así que, metieron otra vez el tesoro donde estaba pero le borraron la cruz blanca para que nadie pudiera encontrarlo de nuevo y se fueron donde estaba el dinosaurio, que ya se había cansado de gritar y estaba durmiendo una siesta.

Sin hacer ruido le ataron la cuerda por las patas y, tirando los tres con fuerza, bueno, con mucha fuerza, lo subieron un poco hacia fuera y lo dejaron poco a poco en el suelo para que no se despertara hasta que se hubieran ido, ya que los dinosaurios que están enfadados son muy fieros.

Se fueron corriendo a coger los barcos que tenían amarrados en la orilla y cuando estaban volviendo, un poco malhumorados pero a su vez contentos porque creían haber hecho lo correcto, apareció como un príncipe en el cielo que en voz baja les dijo: -Habéis sido muy buenos y nobles, por tanto no vais a llegar con las manos vacías a vuestro pueblo. Pronto sabréis el regalo que os voy a hacer. Gracias por respetar mi decisión y respetar a mi princesa. Adiós amigos.

Cuando llegaron los tres marineros a su pueblo había muchísima gente esperándoles en el puerto porque desde muy lejos se veía una luz muy fuerte que iluminaba cielo y mar. Era el regalo que les había hecho el príncipe mágico; había convertido los tres barcos en oro, un tesoro que llegaba desde muy lejos para los tres valientes marineros y para toda su familia.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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